Hacia la creación de las organizaciones híbridas
Hace más de un año y medio me avisaron vía correo electrónico que todos trabajaríamos remotamente como parte del programa de contingencia COVID-19. Lo que era un rumor, se convirtió en realidad: después de 15 años de carrera profesional, al fin sabría qué era trabajar desde casa.
Para los que nunca habíamos estado en un modelo de home office, al principio todo fue alegría y novedad: el ahorro de tiempo y dinero en los traslados, las 2 o 3 horas de sueño que ganaba trabajando desde mi casa, el dejar atrás las lluvias, el tráfico o los empujones en el transporte público. Así que este es el famoso home office, “es una maravilla” (pensé).
En lo laboral, debo admitirlo, me costó trabajo. No encontraba mi disciplina, no podía generar hábitos y sin alguien que me lo recordara constantemente, me costaba mucho trabajo hacer una autocrítica a mi trabajo: “¿Lo estaré haciendo bien?, ¿Es esto lo que la empresa espera de mí?”
Todo me distraía, desde el colibrí que llegaba todos los días a las 10 a pararse a la planta de mi ventana, hasta el señor de los “bisquets calientitos” que hacía sonar su grabadora en punto de las nueve.
Una vez que entendí que mi proactividad y autonomía eran la clave para crear mi propia disciplina, todo mejoró. Empecé a valorar las pequeñas-grandes cosas del trabajo en casa, el tiempo para prepararme un desayuno decente, regar mis plantas, poder contemplar la siesta de mi perrita mientras trabajaba o los pequeños breaks que me daba en soledad para lidiar con el estrés.
¿Te confieso algo? Alguna vez sentí culpa, “el trabajo no puede ser así de relajado, algo estoy haciendo mal”. La costumbre a las dinámicas estresantes de un trabajo en oficina, me impedían valorar, pero sobre todo, asimilar el nuevo modelo de trabajo.
Después de algunos meses (quizá en el décimo), empecé a extrañar las interacciones sociales que forman parte del trabajo presencial. La charla superficial con café en mano, las salidas al Oxxo por la botana, las comidas en restaurantes de los viernes o los regaños cara a cara de mi jefa (mentira, esos no los extraño). En resumen, comencé a extrañar ese algo (¿o alguien?) que le da forma a las empresas.
En cuestión de trabajo y después de 867 reuniones por Zoom, también añoré las ventajas de gestionar problemas laborales de forma presencial. No sé si sea solo yo, pero ante la crisis, me daba calma ver a la cara a mi equipo de trabajo, me relajaba el simple hecho de saber que todos estábamos en el mismo nivel de estrés y que todos teníamos el mismo compromiso por resolver el problema. Ese sentimiento no te lo otorga ningún servicio de conferencias virtuales.
El día de hoy, empezamos a ver la luz al final del túnel de esta pandemia, el inminente semáforo verde me obliga a preguntarme si estoy listo para regresar a mi oficina: ¿He olvidado cómo convivir?, ¿Seré capaz de regresar al tráfico?, ¿Cómo serán las juntas presenciales ahora?, ¿Estoy dispuesto a perder la autonomía que me ha dado el home office?
Abro todos los días mi bandeja de entrada esperando un nuevo correo electrónico, un correo que me diga si regresaremos a la oficina, migraremos definitivamente al home office o tendremos un modelo mixto.
Mientras espero, me pregunto si todos tienen las mismas inquietudes que yo, pero sobre todo, me pregunto si mi empresa considerará mi sentir cuando llegue el momento de tomar la decisión.
Me voy, son las 10 y el colibrí ha llegado a mi ventana…
Esta podría ser la historia de muchas personas en tu equipo de trabajo o incluso tu historia. Ha llegado el momento en que las empresas decidan cuál será su modelo de trabajo definitivo. En DAR, te queremos acompañar en tu proceso para crear una cultura organizacional híbrida a través del análisis de eventos clave:
- Identificar los hitos de cada modelo (presencial y remoto): cuáles son los procesos de cada modelo que han beneficiado a la productividad.
- Reconocer a cada tipo de colaborador/a: qué personas han elevado o disminuido su productividad a partir de la implementación del home office.
- Establecer planes de regreso gradual a las oficinas: entender las variables psicológicas que implica un regreso al trabajo presencial.
- Definir normas claras para tu organización híbrida (políticas, horarios, etc.).
- Contemplar las posibles amenazas de una organización híbrida: personas renuentes al regreso, periodos de adaptación al modelo híbrido.
- Implementar programas de monitoreo para analizar el nivel de aceptación de tu organización híbrida.
- Depurar los elementos de nuestra cultura: qué rituales, símbolos y procesos son útiles para nuestro modelo híbrido.
La pregunta no es ¿Presencial o remoto?, la pregunta es: ¿Qué modelo (remoto, presencial o híbrido) impulsará las habilidades y bienestar del equipo?
Agenda una cita AQUÍ, nos encantaría platicar sobre tus necesidades y objetivos.
Daniela Blank
INVI – DAR